dimarts, 8 de desembre del 2015

El derecho de los niños al ocio... y a crecer sin carencias
Un estudio muestra que los niños juegan menos y ya no sueñan con ser astronautas, sino ricos y famosos
Resumen del artículo de Milagros Pérez Oliva realizado por Juan Pundik publicado enEl País 21. 11.2015

Coincidiendo con el Día Internacional de los Derechos de la Infancia se han conocido diversos trabajos que muestran los cambios, no siempre para bien, que afectan a la vida de los niños. Uno de ellos, realizado por el Instituto Tecnológico de Producto Infantil y Ocio, compara con qué sueñan y juegan los niños de hoy en relación con los de 1990. Y lo que ha encontrado es que los niños tienen ahora menos ocio y están más sobrecargados por deberes y actividades extraescolares que los de hace 25 años. No es el primer estudio que alerta sobre el estrés infantil y la falta de tiempo para jugar, lo que tiene importantes consecuencias en su formación. El juego es un elemento indispensable para una infancia feliz y un importante instrumento de socialización.

Los niños de hoy no solo dedican menos tiempo a jugar sino que, cuando juegan, la mayoría no lo hace con otros niños en el parque, en la calle o en la plaza, sino en casa y muchas veces solos. Y ya no juegan tanto con juguetes, sino con instrumentos electrónicos en los que predomina el juego individual con la máquina. Es cierto que estos juegos potencian las habilidades motoras y la rapidez mental, pero no deja de ser un modo de jugar solitario que apenas contribuye a la maduración de la personalidad. Cuando un niño juega con otros niños entra en contacto con la realidad y tiene que enfrentarse a situaciones a veces difíciles, como una disputa o un conflicto con otro niño, a veces gratificantes, como hacer un nuevo amigo. Todo ello le obliga a interactuar con los demás y le ofrece la posibilidad de experimentar situaciones que son un excelente aprendizaje.

Un niño que juega solo en casa a lo sumo que puede aspirar es a chatear con los amigos de la Red. No es poco. Pero no es suficiente. Este tipo de relaciones a distancia pueden hacer vibrar y sufrir tanto como las presenciales, pero también permiten escapar de las situaciones no deseadas con un simple clic y desarrollar conductas de evitación que no ayudan a madurar. Quizá por esta falta de relaciones reales y tangibles, los niños de ahora tienden a tener más fantasías. Y entre esas fantasías está la de qué querrán ser de mayor, algo en lo que también se observan cambios. Si hace 25 años querían ser maestros o astronautas, ahora quieren ser ricos y famosos. Sus modelos son los deportistas de élite, cantantes y famosos que aparecen en la tele como grandes triunfadores. Son sueños destinados a chocar con la realidad, porque no puede haber tantos Mesi ni tantos Ronaldo como niños sueñan con serlo. Naciones Unidas nos recuerda que los niños tienen derecho a una infancia gratificante y saludable.

Al fundar FILIUM (Asociación para la prevención del Maltrato al Niño) en 1977 iniciamos campañas a través de los medios de comunicación y dirigimos mensajes a los responsables de la educación y a padres y docentes, que han continuado permanentemente hasta hoy acerca del perjuicio que los deberes escolares inflingían a los niños, de sus necesidades lúdicas y de la importancia vital que tiene el juego en la infancia. Para más información leer ¡NO QUIERO ESTUDIAR! de Juan Pundik. Editorial FILIUM. Madrid 1999.






divendres, 27 de novembre del 2015

LOS FÁRMACOS USADOS EN PSIQUIATRIA SON DROGAS PSICOACTIVAS

Entrevista realizada por la bbc.com/mundo/ciencia.09.07.2015
Por Joanna Moncrieff, Profesora de Psiquiatría en el University College de Londres, ejerce la práctica clínica. Es fundadora y presidenta de Critical Psychiatry Network, que agrupa a psiquiatras que se oponen al modelo biologicista tradicional y de coacción sobre el paciente

Se cree que los medicamentos para tratar la depresión y otros problemas emocionales actúan en el cerebro revirtiendo un desequilibrio químico, teoría que ha circulado en las últimas dos décadas, que considera que si sufrimos algún trastorno emocional la causa puede estar en los compuestos químicos que actúan en nuestro cerebro. Y lo más probable es que se nos dé un fármaco diseñado para corregir ese desequilibrio químico.

Según la doctora Joanna Moncrieff, del Departamento de Ciencias de Salud Mental de la Universidad de Londres lo único que hacen estos medicamentos es poner a la gente en un "estado artificial inducido". Según la investigadora, antes de tomar uno de estos medicamentos, los pacientes deben estar mucho mejor informados sobre la forma cómo estos compuestos actúan y los efectos que producen.

Tal como dijo la experta a la BBC, no son sólo los médicos los que se han encargado de decirnos que necesitamos tabletas para corregir nuestros "desequilibrios químicos". "Revistas, periódicos, organizaciones de pacientes y sitios de internet, todos han publicitado la idea de que enfermedades como la depresión, la ansiedad, la esquizofrenia y el trastorno bipolar pueden ser tratados con medicamentos que ayuden a rectificar un problema cerebral subyacente".

Según la doctora Moncrieff, "igual que a un diabético se le dice que necesita tomar insulina, a la gente con esquizofrenia y otras enfermedades se le dice que debe tomar medicamentos psiquiátricos para el resto de su vida para estabilizar sus compuestos químicos cerebrales". El problema, agrega, es que hay muy poca justificación para esta visión de los medicamentos psiquiátricos.

Una de las teorías en las que se basan los medicamentos para la depresión, ansiedad y otros trastornos emocionales, es que hay un desequilibrio en el nivel de serotonina -un compuesto químico cerebral que funciona en el sistema nervioso como neurotransmisor y que se cree está involucrado en el estado de ánimo del individuo.

Pero tal como señala la investigadora "primero, aunque las ideas como la teoría de la serotonina en la depresión han sido publicitadas ampliamente, la investigación científica no ha detectado hasta ahora ninguna anormalidad en el sistema de la serotonina en personas que están deprimidas".

"Segundo, a menudo se dice que el hecho de que el tratamiento farmacológico \'funciona\' demuestra que existe una deficiencia biológica subyacente". Pero, agrega, "hay otra explicación para la forma como los medicamentos psiquiátricos afectan a las personas con problemas emocionales". "A menudo se pasa por alto que los fármacos usados en psiquiatría son drogas psicoactivas, como el alcohol o la marihuana. Las drogas psicoactivas hacen a la gente sentirse diferente, la colocan en un estado mental y físico alterado. Y esto afecta a todos, independientemente de si tienen el trastorno o no". Es por eso, afirma la experta, que para entender cómo afectan a las personas estos fármacos hay que entender cuáles son los efectos psicoactivos que producen.

Los llamados medicamentos antipsicóticos, por ejemplo, "sofocan" los pensamientos y emociones, lo cual puede ser útil en personas con psicosis. Los fármacos como el valium producen un estado de relajación y mareo placentero, lo cual puede reducir la ansiedad y la agitación. Los llamados "antidepresivos" provienen de varias familias químicas distintas y producen efectos variados.

La opinión sobre los fármacos psiquiátricos ha cambiado mucho desde los 1960, pero la doctora Moncrieff cree que gradualmente se les ha ido considerando como tratamientos específicos para enfermedades específicas, o panaceas, y los efectos psicoactivos que producen se han ido olvidando."Sin embargo -dice la investigadora- esta transformación no se ha basado en ningún evidencia convincente.

"Creo que lo más probable es que estos fármacos 'funcionan' produciendo estados inducidos por drogas que suprimen u 'ocultan' los problemas emocionales."Esto no significa que los fármacos psiquiátricos no puedan, a veces, ser útiles. Pero la gente necesita estar consciente de los efectos que producen y de lo que hacen.

"Por el momento se está alentando a la gente a creer que si toma una píldora esto la hará sentirse mejor porque está corrigiendo algún defecto en sus procesos cerebrales."Esto suena muy bien. Si su cerebro no está funcionando apropiadamente y un fármaco puede lograr que trabaje mejor, entonces tiene sentido tomarse una píldora", dice la científica. "Pero, si por otra parte, le damos a la gente la información completa, quizás el tratamiento farmacológico no sea tan buena idea.

"Si le decimos a la gente que no tenemos ni idea de lo que pasa en su cerebro, pero que puede tomar el fármaco que la hará sentirse diferente y podría ayudarle a suprimir sus pensamientos y sentimientos, entonces mucha gente quizás preferirá no tomar esos medicamentos".

La investigadora subraya que la gente que está severamente trastornada o angustiada quizás acogerá con beneplácito esos efectos, al menos por un tiempo. Pero agrega que "la gente necesita tomar decisiones informadas sobre si el consumo de fármacos psicoactivos es una forma útil de manejar sus problemas emocionales."Pero para poder hacer esto con responsabilidad, los médicos y sus pacientes necesitan mucho más información sobre la naturaleza de los medicamentos psiquiátricos y los efectos que producen", expresa la científica.

dissabte, 2 de maig del 2015

Los psiquiatras se suman a la abolición del DSM y el CIE y apoyan el modelo de rehabilitación en salud mental 
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Un amplio grupo de psiquiatras, liderados por el doctor S. Timimi, han enviado una petición formal al Colegio de Psiquiatras de Reino Unido en la que solicitan la abolición de los sistemas de clasificación diagnóstica, CIE y DSM. La petición se ha acompañado de una campaña de recogida de firmas en la plataforma Change.org, que, en el momento de redactar este artículo, contaba con el apoyo de más de 1.000 firmantes en tan sólo dos días tras su lanzamiento. En declaraciones a los medios, S. Timimi ha afirmado que: “El proyecto del DSM no se puede justificar, ni en sus principios teóricos ni en la práctica. Tiene que ser abandonado para que podamos encontrar formas más humanas y eficaces de responder a la angustia mental”.
En el comunicado, titulado “No más etiquetas diagnósticas” (No more psychiatric labels), realizan una revisión exhaustiva de los motivos y de la evidencia científica en la que sustentan esta posición, estableciendo las siguientes conclusiones:
  • Los diagnósticos psiquiátricos no son válidos.
  • El uso de los diagnósticos psiquiátricos aumenta la estigmatización.
  • La utilización de diagnósticos psiquiátricos no ayuda a la decisión sobre el tratamiento a elegir.
  • El pronóstico a largo plazo de los problemas de salud mental ha empeorado.
  • Estos sistemas imponen las creencias occidentales sobre los trastornos mentales en otras culturas. 
  • Existen modelos alternativos, basados en la evidencia, para proporcionar una atención eficaz en salud mental.
El escrito, supone una declaración sin tapujos, de lo que estos psiquiatras consideran acerca del quehacer de su trabajo y del futuro de la salud mental. “La psiquiatría se encuentra atrapada en un callejón sin salida”, aseguran en la introducción al texto. La recopilación de estudios científicos sobre epidemiología, las investigaciones transculturales y los ensayos clínicos de eficacia del tratamiento “ponen de relieve hasta qué punto los datos son inconsistentes con el modelo médico dominante, basado en diagnósticos, y considerado como el paradigma organizativo de la práctica clínica”. “El uso continuado de los sistemas de clasificación diagnóstica para la realización de la investigación, la formación, la evaluación y el tratamiento de las personas con problemas de salud mental es incompatible con un enfoque basado en la evidencia, capaz de mejorar los resultados”. Por tanto, “ha llegado el momento de facilitar que la teoría y la práctica en salud mental superen este estancamiento, eliminando los sistemas de clasificación diagnóstica CIE y DSM”.
En relación con la etiología de los trastornos mentales, el comunicado señala que “el fracaso de la investigación científica básica para revelar cualquier disfunción biológica específica o cualquier marcador fisiológico  o psicológico que sirva para identificar un determinado diagnóstico psiquiátrico es sobradamente reconocido”. “La única excepción importante a la falta de apoyo sobre la etiología de un diagnóstico es el trastorno por estrés postraumático, que atribuye los síntomas al resultado directo de un trauma”. Además, existe un amplio cuerpo de evidencia que vincula los episodios psiquiátricos, considerados como más graves, como las alucinaciones auditivas y la psicosis, a situaciones de trauma y abuso, incluyendo el abuso sexual, el físico y el racial, la pobreza, el abandono y el estigma”. Por este motivo, “es importante tratar de comprender las experiencias psicóticas dentro del contexto de la historia de vida de la persona. No hacerlo puede resultar perjudicial porque empaña y añade confusión acerca de los orígenes de las experiencias y conductas problemáticas, teniendo la posibilidad de ser entendidas”.
Los autores del texto se muestran preocupados ante la falta de validez de los sistemas de clasificación diagnóstica y manifiestan que  “el hecho de que la investigación científica básica no haya podido establecer ningún marcador biológico específico para ningún diagnóstico psiquiátrico, pone de manifiesto que los sistemas de clasificación actuales no comparten el mismo valor científico para pertenecer a las ciencias biológicas que el resto de la medicina”. Sin embargo, afirma el comunicado, “nuestra incapacidad para encontrar correlatos biológicos no debe ser vista como una debilidad. En lugar de empeñarnos en mantener un línea de investigación científica y clínicamente inútil, debemos entender este fracaso como una oportunidad para revisar el paradigma dominante en salud mental y desarrollar otro que se adapte mejor a la evidencia.
A este respecto, el documento recoge los estudios y meta-análisis que avalan la eficacia de determinadas intervenciones psicológicas, así como las investigaciones sobre el efecto placebo asociado a los psicofármacos,afirmando que el modelo biologicista en enfermedad mental está obsoleto. El desequilibrio bioquímico en el que se basa el tratamiento farmacológico en salud mental, “no se ha podido demostrar”, según señala.
Asimismo, detallan los graves perjuicios que puede suponer para las personas ser tratadas bajo la perspectiva biológica (la estigmatización, la falta de búsqueda de las verdaderas causas del problema, la confianza ciega en la medicación…), así como los riesgos y la falta de eficacia del tratamiento farmacológico, citando las investigaciones, incluso realizadas por la Organización Mundial de la Salud, que evidencian, al comparar transculturalmente poblaciones de personas con trastorno mental que no habían recibido ningún tratamiento farmacológico con personas con trastorno mental que sí lo habían recibido, que  “los pacientes con trastorno mental, fuera de EE.UU. y Europa, presentan unas tasas de recaída significativamente más bajas y son significativamente más propensos a alcanzar una plena recuperación y menor grado de deterioro a largo plazo, aunque la mayoría haya tenido un acceso limitado o nulo a medicación antipsicótica”.
“En resumen, parece que actualmente contamos con una evidencia sustancial que muestra que el diagnóstico en salud mental, como cualquier otro enfoque basado en la enfermedad, puede estar contribuyendo a empeorar el pronóstico de las personas diagnosticadas, más que a mejorarlo”, señala el documento. “Por lo tanto, la única conclusión basada en la evidencia que se puede extraer es que los sistemas psiquiátricos diagnósticos formales, como el DSM y el CIE, deberían abolirse.
Como alternativa, el grupo de psiquiatras que ha elaborado el documento, propone la implantación de nuevos paradigmas, basados en la evidencia“que pueden ser desarrollados e implementados fácilmente”, e instan a la colaboración y el debate conjunto con otros profesionales de la psicología, sociología, filosofía, medicina, etc. Concluyen su comunicado, enumerando los siguientes “buenos puntos de partida”, tanto en la búsqueda de factores causales como en la realización de la práctica clínica:
  • Etiología: las investigaciones sobre la estrecha asociación entre situaciones traumáticas, sobre todo, en la infancia y adolescencia, y trastornos mentales como la psicosis, dan cuenta de que los factores contextuales deben integrarse en la investigación.
  • Práctica Clínica: Si bien los resultados sobre la eficacia del tratamiento farmacológico no ha mejorado en 40 años de investigación, existen otras alternativas, “en áreas tan diversas como los servicios de psicoterapia, los servicios comunitarios en salud mental, abuso de sustancias e intervención con parejas”, que han incorporado el peso que juega la alianza terapéutica o el apoyo social en la eficacia de la intervención, mejorando la eficacia de las resultados. Determinados movimientos basados en un enfoque de “recuperación” o “rehabilitación”, en vez de en un modelo de enfermedad y de clasificación diagnóstica, así como los programas que defienden un modelo integrado de atención a la salud mental y física, “son buenos ejemplos de cómo la evidencia puede incorporarse para facilitar un cambio de la cultura institucional”.

En definitiva, el texto supone un reconocimiento formal de las aportaciones y de la eficacia de las intervenciones psicológicas, así como del paradigma biopsicosocial y del enfoque basado en la rehabilitación, que defiende esta rama de la ciencia. Lo insólito del documento, es que es un hito que esta afirmación esté siendo avalada por un grupo de psiquiatras, comprometidos con su profesión y preocupados por mejorar la atención que se presta en salud mental.
Se puede consultar el texto completo en el siguiente enlace: