dijous, 22 d’abril del 2010

RECHAZO DEL SABER Y (DES)INSERCION

RESUMEN DE LA CONFERENCIA INAUGURAL PRONUNCIADA POR HEBE TIZIO EN LA JORNADA “Rebuig del saber i (des)inserció. Trastorn Mental Greu, Autisme i Fracàs Escolar”.


La expresión rechazo del saber recubre diferentes aspectos. Por una parte hay un saber que está en la base de la subjetividad y que tiene que ver con la forma que tiene el sujeto de obtener satisfacción. Está en el núcleo mismo de la subjetividad y el sujeto no quiere saber nada de eso.

Por otra parte tenemos el saber que se enseña en la escuela, el saber del conocimiento, para acceder al cual siempre se pone en juego el consentimiento del sujeto y por tanto su subjetividad, por lo que siempre se acompaña de un rechazo. Al igual que en la oralidad se da la alternancia incorporación/rechazo.

Esto constituye la paradoja de la estructuración de la subjetividad: el niño debe aprender para que la subjetividad se anude, pero aprende sobre un rechazo, lo que produce una profunda división que muestra que los aprendizajes se sostienen sobre unos previos del sujeto.

Los aprendizajes escolares no son meras adquisiciones de contenidos sino que constituyen operaciones muy complejas que tocan la subjetividad. Tenemos como ejemplos los signos de puntuación (elemento regulador pulsional, en cuya ausencia nos encontraríamos ante una lectura autista), las operaciones aritméticas, el uso de los pronombres, las dificultades para unir o separar las letras,...

Cuando se da un fracaso en alguna de estas operaciones es que hay dificultades con la subjetividad que está en juego, es como si lo más íntimo de uno se hiciera exterior (siempre hay algo de lo nuestro que se nos escapa). En este sentido la ficción permite envolver algo de los que no se puede nombrar. Tenemos el ejemplo de los terrores nocturnos, que se dan en un momento de la vida donde el sujeto percibe que hay en ésta algo amorfo. Posteriormente esto podrá ser jugado con la ficción del terror, como es el caso del cuento, que permite horrorizarse por un lobo externo, poniendo así distancia ante la invasión de los propios sentimientos de terror.

Hay que ver como se expresa el rechazo y qué consecuencias se desprenden del mismo. A veces en el rechazo al aprendizaje se juegan otras cuestiones, aspectos que remiten simbólicamente a la historia del sujeto, y a veces una pregunta permite acceder a esa significación. Vemos así que aun en la conducta más descabellada se encuentra siempre una defensa y por tanto existe una relación lógica. Quien sabe, en el sentido de luchar para introducir un orden en lo amorfo que lo invade, es el sujeto mismo.

Freud en sus escritos hace referencia a que la enseñanza ha de respetar la particularidad de cada uno, y así se ha de enseñar no en función de los propios ideales del enseñante sino sobre la base de las predisposiciones del sujeto. Cada naturaleza se desarrolla según su ley interna, que hay que respetar. En este sentido muchos fenómenos de rechazo tienen que ver con el intentar forzar esa ley, lo que genera transferencia negativa.

El enseñante tiene que poder soportar la distancia entre sus propios ideales y la predisposición del sujeto.

Nos encontramos así que en el acto de enseñar está en juego la respuesta del sujeto y la del que enseña, donde cada sujeto señalará hasta donde está dispuesto a llegar en función de su particularidad.

Siempre hay algo en el saber que pone en contacto con lo más íntimo de cada uno, lo que a su vez provoca un rechazo, y de esta manera siempre se aprende y se olvida. En este sentido hablar de memoria es también hablar de olvido.

En ocasiones el fracaso escolar puede ser un no. El estilo constituye lo más personal de cada uno, lo mejor y lo peor de uno mismo, donde el sujeto se posiciona para poder manejarse con eso. Es por esta base subjetiva por lo que tenemos que admitir que no todo es educable. Cuando no se puede admitir esto nos encontramos con profesionales que en el acto de enseñar en realidad realizan un ataque a la forma que tiene el sujeto de obtener satisfacción, ante lo que el sujeto puede responder diciendo no o bien adoptando una actitud de sumisión.

Educación versus información. La información se procesa desde la subjetividad del sujeto, lo que hace que no todo sea educable. De lo contrario con proporcionar la información sería suficiente para resolver los problemas que se plantean tanto en el proceso educativo como en la clínica, y en la práctica vemos que no es así.

A veces lo más íntimo de uno es rechazado cuando se aprecia en el otro. Se controlan así rasgos del otro porque tienen resonancias en los propios. Lo más rechazado suele ser así lo más propio, lo más íntimo, pero puesto a distancia y manifestándose como un rechazo al goce del otro, cuando de lo que se trata es de entender que el otro hace una demanda para regular su goce, lo que se consigue ayudándole a sintomatizar. El síntoma se concibe así como mensaje, como envoltorio para que el malestar pueda empezar a tratarse.

En general los sujetos no se quejan de su fracaso escolar, son los padres o la escuela quienes lo hacen, pero también hay una demanda escondida en el niño y por eso hay que preguntar al sujeto. La respuesta “no se“ ya es una primera llamada al otro, una primera posibilidad de recibir ayuda.

En educación la idea de “todo es posible” constituye una idea totalizadora, en tanto no contempla que en el proceso de forzar las resistencias que impiden el cambio pueda haber limitaciones. Hay que respetar los estilos de vida de cada uno y asumir que no se trata de borrarlos sino de dar recursos para la inserción social, aceptando que a veces el sujeto no quiere ser insertado o bien lo está en otros circuitos.

Formalizar cualquier práctica profesional (trabajar sobre un tema) constituye un ejercicio de separación. La experiencia solo es válida si se puede transmitir a otros, lo que obliga a poner distancia respecto al tema, dar un paso en explicar, transmitir, convirtiéndose así en una puesta a prueba de la dimensión del saber.

Esta separación implica trabajar con un intervalo asumiendo la soledad del acto del profesional, lo que nadie puede hacer por él. Hay una clínica del saber y cuando uno bordea el agujero del no saber muchas veces se retrocede.

Cuando desde el lado de los profesionales la denuncia o la queja son constantes dejan de ser una herramienta de cambio para convertirse en una forma de colaboración con el discurso dominante, se trata entonces de una denuncia no productiva, que no se transforma en un curso de acción sino que deviene inercia.

La transferencia inicialmente no es un concepto del campo educativo, pero ésta existe fuera del psicoanálisis y es la que sostiene el acto educativo, si bien también se causa. El modelo educativo actual tiende a anular la transferencia.

Cuando uno trabaja a nivel profesional está trabajando su propio síntoma. En este sentido el éxito le revitaliza, mientras que el fracaso hace enfermar. Por otra parte todas las prácticas estandarizadas matan el deseo y entonces la inercia y el malestar se van apoderando del sujeto hasta que éste enferma.

Esto trae como consecuencia que el profesional vaya perdiendo progresivamente su función, el sostenimiento de la misma, y abusando del control. Se pierde así la dimensión de hacerse reconocer como autoridad y se pasa al autoritarismo. La autoridad se gana, no se impone.

Así pues hay que ver cual es la posición que el profesional adopta respecto de su función, y partir de la base de que toda función tiene una misión orientativa, y en este sentido a veces el excesivo celo en hacer cumplir las normas hace que el mismo profesional se desautorice. Es importante tener presente que la función del adulto no es solo la de satisfacer las necesidades del niño sino la de mediar la relación entre el niño y el mundo y ayudarle a regular la dimensión pulsional.

Por otra parte hay que tener en cuenta que esta función reguladora del adulto es siempre parcial, y en aquello que se puede regular siempre está en juego la propia posición del adulto. Tendríamos el ejemplo de las nuevas tecnologías donde se va mostrando la progresiva autoexclusión del adulto respecto de estos temas. En esta función reguladora el adulto ha de dejarse enseñar por el otro, se trata de ver como uno trabaja su propio no saber. Es importante que el adulto pueda dejarse enseñar para ver que es lo que realmente tiene que regular.

Hay sujetos que no desean insertarse y en cada caso hay que ver los motivos. En el caso de ciertas psicosis estaría el hecho de que la relación con el otro se torna rápidamente persecutoria. Entonces se trata de ver que es lo más adecuado para cada sujeto.

Todo lo que es del orden de lo imperativo hace que a veces lo que para nosotros es inserción para el sujeto represente desinsertarse de su propia estructura.

Hay que reconocer el derecho a la desinserción si bien con todos los recursos de la protección social.

Los diferentes profesionales siempre trabajamos alrededor de lo mismo. Aquello que nos atrae, lo que despierta nuestro interés es siempre aquello que tiene resonancia con aspectos propios. Se trata entonces de poner al sujeto en esa situación y ver que es lo que despierta su interés, y eso no se puede imponer.

El sujeto se sirve de lo que le va bien y con eso construye lo que puede. Nosotros podemos dar herramientas, pero quien realiza la construcción última es él y no siempre realiza aquella que nosotros esperamos.

También hay que respetar al profesional cuando en él se produce un rechazo al otro porque toca algo de lo propio que para él mismo se hace insoportable.